Los gatos tienen un instinto cazador y por eso les gusta morder. Cuando son pequeños sus mordiscos pueden ser inofensivos pero al crecer puede ser muy agresivos y causar serias lesiones. Por eso hay que entrenarlos desde pequeños, dándoles pequeños castigos o gritar como si el daño fuese grande. Los gatos tienen ese instinto cazador y en ocasiones pueden volverse algo agresivos. Desde el momento de su nacimiento, y luego de unos días van desarrollando y reforzando sus ganas de jugar empleando casi todo su cuerpo pero poniendo mayor énfasis en sus patitas, sus uñas, su boca y por su puesto sus dientes.
Cuando pasan algunos días o meses al lado de su madre, es ella quien les va enseñando a controlar su mordida y hasta los castigan cuando son toscos para que aprendan y dejen de hacerlo, pero siempre bajo el cuidado y la paciencia que encierra el instinto maternal.
Pero cuando no viven con su madre y desde muy tierna edad se convierten en mascotas, las cosas pueden cambiar. Por eso es necesario que sean los amos quienes ahora los entrenen para evitar que la conducta de morder, se convierta en algo común y normal.
Es cierto que un gato pequeño no es capaz de lastimar al morder mientras juega, a pesar de que ya tiene unos afilados colmillos. Pero las cosas cambian cuando crece, y puede convertirse en un verdadero problema, llegando a ser dañinos y peligrosos todos sus juegos.
Para evitar cualquier inconveniente en un futuro cercano, lo mejor saber diferenciar que los gatos tienen dos tipos de mordida, una que la emplean para jugar y que es mucho más suave, y otra que es utilizada para atacar, siendo mucho más agresiva.
Un consejo para alejarlos de esta conducta, es gritar como si el daño fuese grande, aunque no duela nada, al oír los gritos el minino se asustará y entenderá que no debe hacer eso.
Otra forma es imitar lo que hacía su madre, es decir darles pequeños castigos como soplarle con suavidad en la nariz, o darle un cachete también en la nariz haciendo que entienda que no está permitido morder.
Lo mejor es darle sus propios juguetes y no ofrecerle las manos u otra parte del cuerpo para que pueda entretenerse.
Si se acostumbra a jugar con las manos, creerá que la piel es algo que debe morderse cuando crezca. Una pelotita, una cinta o un pequeño muñeco, serán suficientes para satisfacer sus ganas de morder algo.
Y al igual que los castigos no deben faltar cuando muerde o hace algo mal, las recompensas tampoco deben faltar cuando corrige su mal comportamiento. Pueden elegirse muchos premios como galletitas o algo que le guste mucho, pero siempre dárselo y haciéndolo entender que se le premia por algo correcto.
Rociarles unas gotas de agua o utilizar un periódico enrollado para asustarles también son buenos castigos, pero siempre deben hacerse de inmediato a la mala acción que realizan.