El moquillo es un virus que puede acabar con la vida de los hurones. Es una de las enfermedades más graves que atacan a este éspecie y se adquiere por contacto directo con otro animal enfermo. El mejor tratamiento es la prevención, por eso debemos vacunarlo y cumplir con todas las dosis. En los Estados Unidos y en algunos países de Europa, los hurones se han convertido en la mascota favorita de grandes y chicos. De aspecto tierno y apachurrable, estos pequeños animalitos han sabido ganarse el corazón de los humanos.
Sus cuidados no resultan para nada difíciles y su alimentación es fácil de conseguir, en lo único que se debe de tener un poco más de interés es en el espacio que se les ofrecerá, y de no tener cables sueltos ni huecos de gran tamaño por donde puedan ingresar y no salir.
Pero como todo animal es vulnerable y puede tener alteraciones en su salud, por eso cuando se decide tener uno en casa, lo primero que se debe hacer es llevarlo con el veterinario para que lo revise y verifique si se encuentra cien por ciento saludable, averiguar sobre sus vacunas y las fechas en que estas deben ser aplicadas.
Al igual que la mayoría de los animales, las enfermedades más comunes que los afectan son las infecciones estomacales, respiratorias y el virus del moquillo.
El virus del moquillo es un virus que pertenece a la familia Paramixoviridae que también afecta a perros, pero en los hurones, la enfermedad es una de las principales causas de la mortalidad.
El virus se adquiere por contacto directo, es decir un animal infectado contagia a uno que está sano, y si los humanos que lo rodean han estado en contacto con algún perro o hurón afectado, es muy probable que le pasemos el virus, sin que haya salido de casa.
Los síntomas más resaltantes son fiebre alta, diarrea y vómitos, anorexia, debilitación general, conjuntivitis con secreción ocular y nasal, fotofobia, irritación de mentón, labios y abdomen, y blefaroespasmo.
Esta enfermedad no tiene tratamiento para los hurones ya que las secuelas son muy devastadoras y graves. La única forma de prevenir el moquillo es con la vacunación, que se aplica cuando son cachorros, después de un tiempo se aplica una segunda dosis, otra más cuando tienen tres meses y tiene una rutina cada año.
Por eso es importante someterlos a una revisión médica cuando son pequeños y no dejar de controlarlos con frecuencia para asegurarnos que crezca lleno de salud y bienestar.